Introduccion.
Recibo con frecuencia preguntas sobre mi ausencia en los medios y quiero tomar un momento para dirigirme a ustedes y explicarles el motivo de esta decisión. En un mundo donde la visibilidad parece ser la moneda de cambio más valorada, he reflexionado profundamente sobre mi papel como abogado y mi compromiso con la justicia. He llegado a entender que, aunque la exposición mediática puede ofrecer oportunidades, no siempre se alinea con los valores que considero fundamentales para ejercer mi profesión.
Mi enfoque ha cambiado hacia una práctica más discreta y centrada en los casos que verdaderamente lo requieren. Estoy convencido de que, en el ámbito del derecho penal, el valor real de nuestra labor reside en la seriedad y la dedicación que aportamos a cada causa. En este sentido, quiero compartir con ustedes una perspectiva más amplia sobre este tema, explorando cómo la búsqueda de visibilidad puede interferir con nuestra misión de servir y proteger el principio de justicia.
A continuación, les ofrezco un análisis sobre la tensión entre la fama mediática y la integridad profesional, un tema que considero crucial en mi ejercicio diario del derecho.
Entre la Fama Mediática y la Seriedad Profesional:
En el escenario del derecho penal, donde cada argumento se convierte en el fingido desenlace de dramas humanos y cada juicio es un episodio cargado de tensión, la visibilidad se ha convertido en una exigencia casi ineludible. Sin embargo, el dilema entre ser un abogado mediático o uno profesionalmente respetado es un terreno pantanoso que muchos pretenden explorar en busca de popularidad. Aquí encontramos una disyuntiva: la búsqueda de reconocimiento social frente a la esencia misma del ejercicio del derecho.
Si hay algo que me ha enseñado la experiencia es que la fama mediática puede ser un espejismo. La historia está llena de «abogados estrella» que brillaron intensamente en la pantalla, solo para desvanecerse cuando su conocimiento y habilidad se ponen a prueba en la sala del tribunal. Algunos abusan de su presencia en medios, convirtiendo cada juicio en un espectáculo, mientras que los verdaderos defensores de causas complejas optan por el camino de la seriedad y la dedicación.
En contextos de alta sensibilidad como los juicios por corrupción política, los abogados de renombre escogen mantener un perfil bajo. Los casos que han marcado la historia reciente, como los sonados juicios de figuras como Cristina Fernández de Kirchner, no tuvieron en su defensa a esos letrados engalanados en su propio espectáculo mediático. Al contrario, fueron profesionales de carreras consolidadas, con una firmeza que solo se forja a través de años de dedicación y una sólida trayectoria.
En este contexto, la exposición mediática puede ser un veneno que contamina tanto al acusado como al abogado. La presión en torno a casos de alto perfil es abrumadora, transformando cada audiencia en un acto público donde se carece de la seriedad que la ley exige. La plaza pública se convierte en un circo donde la justicia se tambalea, convirtiendo la presunción de inocencia en un susurro ahogado entre gritos y opiniones. La realidad es que, en cada rincón de esos tribunales, la palabra “mediático” resuena como una estigmatización.
Los abogados que buscan ser parte de ese espectáculo olvidan que el ejercicio del derecho implica algo más que simple visibilidad: es un compromiso con la verdad y la justicia. En el camino, se han visto figuras que, en busca de notoriedad, han cruzado la línea, llevándose consigo la ética profesional y la dignidad del oficio. El trabajo en el ámbito penal requiere una integridad irrefutable, y en pasillos como los de Comodoro Py por ejemplo, ser catalogado como «mediático» es casi un motivo de vergüenza.
«En la balanza entre la visibilidad y la fama, es fundamental ponderar a quién beneficiamos. Un abogado que elige el camino del espectáculo puede captar la atención momentánea, pero ¿realmente atraerá clientes en situaciones serias? La respuesta es clara: los que enfrentan acusaciones graves buscan la solidez de la experiencia y la confiabilidad, no el brillo efímero de la exposición mediática».
Es innegable que la fama puede abrir puertas, pero los que transitan por los caminos más peligrosos de la justicia penal, muestran que la seriedad es la piedra angular de su elección. La palabra del abogado tiene más peso que cualquier comentario de un panel de televisión.
En el universo judicial no hay lugar para las frivolidades. Es un espacio donde cada decisión puede cambiar vidas, y, en ese contexto, la preferencia por la seriedad es inherente a la función misma de los juristas. La integridad debe prevalecer sobre el deseo de ser visto y oído; la defensa se erige como una fortaleza construida con experiencia y respeto, no como un show mediático destinado a ganar un par de “likes”.
Así, al mirar hacia el futuro, se vuelve vital recordar que aquí no se trata de ser el «abogado de moda», sino el defensor eficaz y respetado. La búsqueda de visibilidad debe estar enmarcada en el compromiso inquebrantable con la justicia. Y, en tiempos donde el entretenimiento parece dominar tantos espacios, es nuestra responsabilidad como profesionales mantener la balanza en equilibrio y asegurar que la ley prevalezca, siempre. En el ámbito del derecho penal, es preferible ser un defensor sólido que un famoso efímero, porque, al fin y al cabo, el respeto en la profesión es el mayor logro y el que mas perdura.