”Ficha Limpia: la mugre política y el pacto que la sepultó”
La caída del proyecto de ley Ficha Limpia en el Senado argentino, el 8 de mayo de 2025, no fue solo un traspié legislativo; fue un puñetazo en la cara de una sociedad harta de la corrupción y la impunidad. Este proyecto, que pretendía impedir que condenados por corrupción con sentencia confirmada en segunda instancia pudieran candidatearse a cargos electivos o meterse en la administración pública, se estrelló por un voto en el Senado, dejando un reguero de bronca, sospechas y un olor a cloaca que impregna a la política argentina. Como abogado me propongo desentrañar el trasfondo de este fiasco, con sus aristas jurídicas, políticas y sociales, sin dejar títere con cabeza. Porque aquí, como dice el dicho, todos tienen el culo sucio, y el “pacto Rovira” que dinamitó la iniciativa es solo la punta de un iceberg de mugre política.
El telón de fondo: un país donde la corrupción es el pan de cada día
Argentina no es un país cualquiera cuando se habla de corrupción. Décadas de escándalos, desde los bolsos de José López hasta las causas que salpican a Cristina Kirchner, han convertido la palabra “transparencia” en un chiste de mal gusto. Ficha Limpia, inspirada en la “Lei da Ficha Limpa” de Brasil, prometía ser un primer paso para limpiar la política: si te condenaron por chorear, no podés sentarte en una banca ni tocar un mango público. Simple, ¿no? Pero en un país donde los políticos parecen coleccionar causas judiciales como medallas, la simplicidad es un lujo que no existe.
El proyecto, que ya había pasado por Diputados el 11 de febrero de 2025 con 142 votos a favor, llegó al Senado con el respaldo de una ciudadanía agotada. Según una encuesta de Poliarquía de abril de 2025, el 78% de los argentinos apoyaba la idea de impedir que corruptos se postulen. Pero el Senado, ese cementerio de sueños donde las leyes van a morir, tenía otros planes. Con 36 votos a favor y 34 en contra, Ficha Limpia no alcanzó la mayoría absoluta de 37 votos. Y detrás de ese “no” hay una trama de intereses, traiciones y un pacto político que huele a podrido.
El lío jurídico: entre la presunción de inocencia y la mugre moral
Desde el punto de vista del derecho constitucional, Ficha Limpia era un bicho raro. Por un lado, quería meter un estándar de decencia en la política, algo que cualquier republicano de manual aplaudiría. Por otro, chocaba con principios sagrados de la Constitución Nacional. Vamos por partes.
El proyecto proponía modificar la Ley 23.298 de Partidos Políticos para agregar una causal de inhabilitación: si tenías una condena en segunda instancia por delitos como cohecho, malversación o enriquecimiento ilícito, chau candidatura. Esto, a primera vista, suena razonable. Como dijo el jurista Daniel Sabsay en el plenario de comisiones, “el derecho a ser elegido no es absoluto; el legislador puede ponerle límites razonables para proteger el sistema republicano”. El artículo 16 de la Constitución, que habla de la igualdad ante la ley, avala que se exijan requisitos de idoneidad para cargos públicos. Y si alguien sabe de mugre, es porque la política argentina está llena de ejemplos de funcionarios que, aun con causas abiertas, siguen en el poder como si nada.
Pero aquí entra el primer problema: la presunción de inocencia (art. 18). En Argentina, una condena no es firme hasta que pasa por todas las instancias, incluida la Corte Suprema. Si Ficha Limpia inhabilitaba a alguien con una sentencia de segunda instancia, ¿no estaba violando ese principio? Los defensores, como la abogada María Cristina Girotti, decían que no: “No se trata de castigar penalmente, sino de establecer un estándar ético para cargos electivos”. En Brasil, la Ficha Limpa funciona así y nadie se rasga las vestiduras. Pero los críticos, como el senador kirchnerista Oscar Parrilli, gritaban “proscripción” y acusaban al proyecto de ser un traje a medida para sacarse de encima a Cristina Kirchner, condenada en la causa Vialidad pero con un recurso pendiente en la Corte.
Otro punto espinoso era el derecho a ser elegido (art. 37). La Constitución lo garantiza, pero no es un cheque en blanco. El legislador puede regularlo, siempre que no sea arbitrario. Ficha Limpia, en teoría, no discriminaba: si te condenaron por corrupto, no podés candidatearte, seas peronista, libertario o radical. Pero en la práctica, el proyecto se convirtió en un arma política. Como dijo un usuario en X, AbogadoRebelde: “Ficha Limpia es una buena idea mal ejecutada. Pone a los partidos a hacer de jueces y se presta a lawfare”. La redacción del proyecto, que obligaba a los partidos a controlar las candidaturas, era un flanco débil que los opositores explotaron.
Por último, estaba la cuestión de los tratados internacionales. La Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 23) permite restricciones al derecho político, pero deben ser proporcionales. ¿Era proporcional inhabilitar a alguien por una condena no firme? Para algunos, como el constitucionalista Félix Lonigro, sí, porque “la corrupción no es un delito menor; es un ataque al corazón de la democracia”. Para otros, era un salto al vacío que podía terminar en una lluvia de amparos judiciales.
En resumen, Ficha Limpia era un intento valiente pero imperfecto de meterle un bisturí a la corrupción. Jurídicamente, navegaba en aguas turbulentas, pero no era indefendible. El problema no fue solo el texto, sino el contexto: una clase política que, en su mayoría, tiene el culo sucio y no quiere que le miren el prontuario.
La mugre política: el pacto Rovira y los culos sucios
Si el debate jurídico era complicado, el escenario político fue un pantano. Ficha Limpia no cayó por un voto; cayó porque los políticos argentinos, como dice el tango, “no quieren largar la teta”. Y en el centro de esta cloaca está el “pacto Rovira”, una maniobra que destila el cinismo de la política criolla.
El oficialismo de La Libertad Avanza (LLA), liderado por Javier Milei, llegó al Senado con un discurso anticorrupción que resonaba como música para los oídos de una sociedad harta. Junto al PRO, la UCR y la Coalición Cívica, tenían los votos para aprobar Ficha Limpia. Pero en una noche que Infobae describió como “un giro inesperado desde Misiones”, dos senadores misioneros, Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, aliados de la Casa Rosada, votaron en contra. ¿Casualidad? Ni en pedo.
Detrás de esos votos está Carlos Rovira, el eterno cacique de Misiones, un tipo que maneja la provincia como si fuera su estancia. Rovira, líder del Frente Renovador de la Concordia, no es ningún santo: su nombre ha sido vinculado a denuncias de corrupción y clientelismo, aunque nunca lo pescaron con las manos en la masa. Según fuentes de LA NACION, Rovira negoció con el gobierno de Milei un trueque sucio: los votos contra Ficha Limpia a cambio de favores políticos, como fondos para Misiones o guiños para las elecciones de 2025. Este “pacto Rovira” no es una teoría conspirativa; es el modus operandi de una política donde los principios se negocian como ganado.
Pero no nos engañemos: Rovira no es el único con el culo sucio. El kirchnerismo, con Cristina Kirchner a la cabeza, se opuso a Ficha Limpia porque, en el fondo, saben que les pega en el corazón. Cristina, condenada a seis años de prisión por la causa Vialidad, sigue siendo una figura central del peronismo, y su inhabilitación sería un golpe mortal para el PJ. En el Senado, los kirchneristas hablaron de “lawfare” y “proscripción”, pero lo que realmente defendían era su supervivencia política. Como dijo el senador Anabel Fernández Sagasti: “Este proyecto no es contra la corrupción; es contra nosotros”. Y no le falta razón, pero eso no los hace menos culpables.
El oficialismo, por su parte, mostró una hipocresía que da náuseas. Milei, que se llenó la boca hablando de “terminar con la casta”, dejó que sus aliados misioneros dinamitaran Ficha Limpia. ¿Por qué? Porque, como reveló Clarín, el gobierno priorizó desarticular la campaña de Silvia Lospennato, la candidata del PRO que usaba Ficha Limpia como bandera en la Ciudad de Buenos Aires. En un año electoral, Milei no quiso regalarle un triunfo a sus aliados-rivales del macrismo. Así, el discurso libertario contra la corrupción se desinfló como un globo pinchado.
Y no nos olvidemos del resto: la UCR, que apoyó el proyecto pero tiene sus propios prontuariados; el peronismo cordobés, que habló lindo pero no puso el cuerpo; y hasta los bloques menores, que se escondieron detrás de tecnicismos para no quedar pegados. En Argentina, la política es un club donde todos se saben los secretos, y nadie quiere que le abran el placard..“Ficha Limpia no pasó porque los políticos no quieren que les miren el culo. Todos tienen algo que esconder”.
El impacto social: una sociedad que ya no traga vidrio
Si la política es una cloaca, la sociedad argentina está hasta el cuello de olor. La caída de Ficha Limpia no fue solo una derrota legislativa; fue un mensaje claro: los que mandan no quieren cambiar las reglas del juego. Y la gente, que no es boluda, lo sabe.
El hartazgo es palpable. En las redes, los hashtags #FichaLimpia y #SenadoVergüenza fueron tendencia el 9 de mayo, con miles de usuarios descargando su bronca. “Nos mean en la cara y nos dicen que llueve”, escribió CiudadanoHarto, resumiendo el sentir general. Las encuestas lo confirman: según D’Alessio IROL, la confianza en el Congreso cayó al 12% en abril de 2025, un récord histórico. En un país donde la inflación no afloja (58% interanual en marzo, según el INDEC), la industria se derrumba y la obra pública es un recuerdo, la incapacidad de aprobar una ley contra la corrupción es como echarle nafta al fuego.
Pero no todo es bronca. La discusión sobre Ficha Limpia despertó a la sociedad civil. Organizaciones como Transparencia Electoral y Poder Ciudadano movilizaron campañas para presionar al Senado, y miles de firmas se juntaron en Change.org. “La corrupción no es solo un problema de los políticos; es un problema nuestro si no hacemos nada”, dijo Laura Alonso, ex titular de la Oficina Anticorrupción, en una columna en Infobae. Ese activismo es una luz en el túnel, pero no alcanza si los de arriba siguen jugando sucio.
El pacto Rovira y la mugre que no se limpia
Volvamos al “pacto Rovira”, porque ahí está la clave de esta tragedia. Rovira no es un outsider; es un símbolo de cómo funciona la política argentina. En Misiones, su Frente Renovador lleva 20 años en el poder, tejiendo una red de clientelismo que incluye desde cargos públicos hasta subsidios. Según un informe de Periodismo para Todos de 2023, el entorno de Rovira ha sido señalado por irregularidades en contratos públicos, aunque él siempre sale limpio. Su influencia en el Senado, a través de Arce y Rojas Decut, fue el misil que hundió Ficha Limpia.
Pero Rovira no actuó solo. El guiño de Milei, que prefirió negociar con un cacique provincial antes que pelear por una ley que prometía en campaña, muestra que el oficialismo también juega en la mugre. Como dijo la senadora Alejandra Vigo: “Acá hubo un acuerdo oscuro entre la Casa Rosada y Misiones. Nos vendieron por un plato de lentejas”. Ese plato, según fuentes de Perfil, incluyó promesas de fondos para obras en Misiones y un guiño para que Rovira mantenga su hegemonía en las elecciones de 2025.
Esta maniobra no es nueva. La política argentina está llena de pactos sotto voce, donde los votos se compran con cargos, plata o favores. Lo que duele es la hipocresía: mientras Milei tuitea sobre “terminar con la casta”, sus operadores negocian con los peores exponentes de esa casta. Y mientras el kirchnerismo llora “proscripción”, defiende a los suyos con uñas y dientes, sin importar el costo ético.
Lecciones de una derrota: la mugre no se barre sola
La caída de Ficha Limpia es un espejo de lo que somos como país: una democracia donde los ideales chocan con la mugre de la realpolitik. Desde lo jurídico, el proyecto tenía falencias, pero era un intento serio de ponerle un freno a la impunidad. Desde lo político, fue víctima de una clase dirigente que, salvo contadas excepciones, tiene el culo sucio y no quiere que le prendan la luz. Y desde lo social, es una bofetada a una sociedad que, aunque cansada, empieza a organizarse.
Si queremos que algo como Ficha Limpia vuelva a la mesa, hay que aprender de este fracaso:
Hacer un proyecto a prueba de balas: La próxima versión debe ser impecable, clarificando cómo se respeta la presunción de inocencia sin dejar agujeros para que los corruptos se cuelen.
Sacarlo de la rosca electoral: Ficha Limpia no puede ser una bandera de campaña; tiene que ser un consenso nacional, lejos de las internas entre Milei, el PRO y el kirchnerismo.
Meter presión desde abajo: La sociedad civil tiene que apretar más, con marchas, campañas y boicots a los políticos que juegan sucio. Como dijo el filósofo Santiago Kovadloff: “La democracia no se limpia sola; hay que arremangarse”.
Desenmascarar los pactos: El “pacto Rovira” no es una excepción; es la regla. Hay que ponerle nombre y apellido a los que negocian con la mugre, desde Rovira hasta los operadores de Milei.
Al final, Ficha Limpia no es solo una ley; es un símbolo de lo que podríamos ser si dejáramos de tolerar la mugre. Pero mientras los políticos sigan con el culo sucio, y mientras pactos como el de Rovira decidan el destino de las leyes, seguiremos patinando en el mismo barro. La pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a seguir tragando este olor?