Cristina, el espejo roto y la hipocresía sin fin

Por Martin Francolino, abogado especialista en derecho penal, escritor

¡Qué espectáculo, señores! Cristina Fernández de Kirchner, la eterna diva del relato, salió otra vez a escena con su libreto gastado, su tono acusador y esa habilidad única para señalar con el dedo mientras esconde la montaña de causas judiciales que la persiguen como sombras. Esta vez, el blanco de su furia es Javier Milei, a quien tildó de “estafador global” y “rodeado de coimeros locales” por el escándalo de la criptomoneda $Libra. Desde su cuenta de X, la expresidenta desplegó una catarata de críticas, citando tapas de Forbes y The New York Times, y hasta invocando al funcionario de Trump, Mauricio Claver-Carone, para darle un barniz internacional a su ataque. Pero, como siempre, Cristina juega al juego del espejo roto: apunta a los demás para no mirarse a sí misma. Y hoy, queridos lectores, vamos a poner ese espejo en su lugar.
Primero, lo de $Libra. Sí, el tema es serio y merece una investigación profunda. Milei promocionó una criptomoneda que colapsó en horas, dejando pérdidas millonarias y sospechas de “sniping” o maniobras con información privilegiada. Forbes habla de “la mayor criptoestafa de la historia” y el New York Times estima pérdidas por 250 millones de dólares. Es un escándalo que pone al Presidente en el ojo del huracán y que él, con su estilo frontal, deberá aclarar. Pero Cristina, en su afán de subirse al tren de la indignación, olvida un detalle clave: ella no tiene autoridad moral para hablar de estafas. Ninguna. Porque si de estafas hablamos, la expresidenta lleva años bailando en un escenario judicial que haría palidecer cualquier caso cripto.
Vamos con los hechos, porque a Cristina le encanta el relato, pero los números y las causas no mienten. Empecemos por la causa de los “Cuadernos de las Coimas”, un escándalo que destapó un sistema de corrupción sistemática durante su gobierno, con millones de dólares en sobornos pagados por empresarios a funcionarios kirchneristas. Los cuadernos de Oscar Centeno, chofer de Roberto Baratta, detallan cómo se movía el dinero en bolsos, de empresa en empresa, hasta llegar a las arcas del poder. ¿Resultado? Cristina procesada, acusada de ser la jefa de una asociación ilícita. No es una criptomoneda que se desplomó en horas, no: es un esquema que saqueó al Estado durante años.
Seguimos con Hotesur y Los Sauces, las empresas familiares que, según la Justicia, funcionaron como lavadoras de dinero. Allí se investigan millones de pesos en alquileres ficticios pagados por empresarios amigos como Lázaro Báez, otro nombre que resuena en el universo K. La causa avanza, y Cristina enfrenta cargos por lavado de activos y asociación ilícita. ¿Coimeros locales, decía ella? Qué curioso, porque Báez, Cristóbal López y tantos otros fueron parte de su círculo íntimo mientras las arcas públicas se desangraban.
Y no podemos olvidar la joya de la corona: la causa Vialidad, donde Cristina ya fue condenada a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para cargos públicos por defraudación al Estado. Los jueces probaron que se manipuló obra pública en Santa Cruz para beneficiar a Báez con sobreprecios millonarios. Más de 1.000 millones de dólares en contratos sospechosos. Eso no es una criptoestafa de 250 millones; eso es un robo estructural que dejó rutas sin terminar y al país en la ruina.
Ahora, comparemos. Milei lleva poco más de un año en el poder y, hasta el momento, el caso $Libra es una acusación en desarrollo. No hay condena, no hay pruebas concluyentes de que él haya embolsado un centavo. Es un error político grave, sin duda, y quizás una irresponsabilidad al promocionar algo sin medir consecuencias. Pero Cristina, con tres gestiones a cuestas (dos como presidenta y una como vice), arrastra un prontuario judicial que incluye condenas firmes y causas en trámite. ¿Quién es el “estafador global” acá? ¿El que promocionó una criptomoneda que falló o la que encabezó un sistema que, según la Justicia, saqueó al país por miles de millones?
Cristina también se regodea con las palabras de Claver-Carone, quien pide investigar a asesores de Milei por las pérdidas de ciudadanos estadounidenses. Bien, que se investigue. Pero qué memoria selectiva tiene la expresidenta. ¿Se olvidó de las acusaciones internacionales en su contra? El memorándum con Irán, por ejemplo, que buscó encubrir a los responsables del atentado a la AMIA según el fallecido fiscal Nisman, fue un escándalo que cruzó fronteras y manchó la imagen de Argentina. O las sospechas de lavado en paraísos fiscales que salpican a su familia. Si de “global” hablamos, Cristina tiene un currículum mucho más abultado que el de Milei.
Y luego está el tono, esa soberbia con la que escribe “Che Milei… ¡qué semanita!” como si ella fuera una espectadora inocente y no la protagonista de una década de desfalcos. Habla de “coimeros locales” mientras su gobierno fue un desfile de funcionarios y empresarios amigos enriqueciéndose a costa del pueblo. Habla de “estafador” mientras los jubilados vieron sus ahorros licuarse con la inflación que ella dejó como herencia. Milei podrá ser muchas cosas —errático, polémico, hasta imprudente—, pero Cristina no tiene espejo donde mirarse sin que se le caiga la cara de vergüenza.
La realidad es esta: Cristina usa el escándalo de $Libra como un arma política porque sabe que su propio legado está en ruinas. Es la vieja estrategia del ladrón que grita “¡al ladrón!” para despistar. Milei debe rendir cuentas, claro que sí. Pero si vamos a hablar de estafas, Cristina no es la fiscal del caso: es la principal acusada. Y mientras ella señala con el dedo, la Justicia sigue golpeando su puerta. Forbes y el New York Times podrán escribir lo que quieran sobre Milei, pero los expedientes judiciales argentinos tienen mucho más para decir sobre Cristina Fernández de Kirchner. Que no nos confunda el ruido: el verdadero escándalo no está en una criptomoneda, sino en los doce años que ella gobernó. ¡A otra cosa, Cristina, que el pueblo ya no te cree!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *